Amanece en Ciudad de México, y en medio del bullicio y la faena de una urbe que se traga todo lo que habita en ella, se levanta la icónica imagen De un cráneo. Data de la ancestral cultura Maya, específicamente en el valor dado a los números como parte de su cosmovisión y manera de interpretar el universo.

 

Para los mayas, el número 9 (Bolón) representa la transformación, los cambios y la muerte. La representación visual del número 9 maya nos evoca a una progresión, en el orden ordinario el 5 viene luego del cuatro, como los cuatro puntos, se fusionan en una misma línea. De cómo se transforma lo etéreo en algo sólido y viceversa. Al ser la calavera un símbolo referente de la cultura mexicana alrededor del mundo, se le relaciona con el número 9 de los mayas en un discurso universal que nos habla sobre cómo la muerte es parte del eterno proceso de transformación que llamamos vida.

El cráneo pasa a ser un solo símbolo que representa el cambio y la transición, mostrando la muerte de la manera más autóctona posible, uniendo dos lenguajes originarios de México en un solo poema visual. Los colores parecen decorar el vacío, lo oscuro, la nada, la muerte en su máxima abstracción representativa, sobre la cual, las manchas de colores en armonía dibujan una especie de mariposa.

Según los mayas son las almas de los guerreros y aquellos que han sido sacrificados, lo que resulta en el perfecto elemento cohesor de este popurrí de símbolos. Un poema, con un mensaje cargado de sentimiento y orgullo mexicano, porque ¿Qué más mexicano que un canto a la vida?

Los símbolos en “Bolón, Sagrado” son exactamente eso, un poema sobre la vida en eterna transformación a través de la muerte que no representa el fin de la vida. Por el contrario, es lo que le da sentido y sustancia, al mejor estilo mexicano. Así, al caer la noche, cuando una galaxia de estrellas baila en las luces de los coches del DF sus símbolos de vida y muerte siguen ahí, en medio de esa eterna danza estelar.